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Idiotas

I

No discutas con un idiota: Te rebajará a su nivel y te ganará por experiencia

no se

Llevo tiempo sosteniendo la tesis de que alguien inteligente pero lo suficientemente sesgado es indistinguible de un idiota.

Y, el otro día, discutiendo esto con un par de miembros del Club de Fumadores, alguien comentó de cachondeo que daba para una niusleta.

Y, sí, da.

Así que voy a hacer una pequeña taxonomía del idiota. No pretende ser exhaustiva (entre otras cosas porque voy justo de tiempo), pero creo que encontrarás varios conocidos.

Por supuesto, las categorías mencionadas no se excluyen entre sí: Uno puede ser idiota de muchas formas distintas al mismo tiempo. El cielo es el límite.

El primer tipo de idiota es el idiota básico. El idiota al uso. El que, en su versión premium, incluso babea si le haces pensar un poco más de la cuenta. Es lo que todos entendemos por idiota: Alguien con un coeficiente intelectual más cercano a un gibón que a una persona normal.

Hay poco que contar de él. Están en el mundo porque tiene que haber de todo y porque se requiere gente por debajo de la media para que exista la media. Puede ser buena persona, pero eso da igual, porque de un tonto sólo puedes esperar que te haga daño.

El segundo tipo de idiota es el sesgado. Lo que sucede con el idiota sesgado es una paradoja, porque, en realidad, puede ser todo lo contrario al idiota básico. Es decir, el idiota sesgado puede ser (y a menudo es) muy inteligente. Con un CI superior a la media.

Este CI superior a la media hace que sea muy bueno argumentando y racionalizando sus putas mierdas sin base. Son buenos creando castillos en el aire. Por tanto, a mayor inteligencia, mayor profundización en el sesgo y, como alguien suficientemente sesgado es indiferenciable de un idiota, a mayor inteligencia, mayor idiotez.

Después tenemos al idiota especializado, que tiene dos variantes: El idiota ignorante y el idiota aplicador. En ambos casos puede ser, de nuevo, muy inteligente sobre el papel (o sobre el test), pero tiene problemillas derivados de su especialización.

El idiota especializado ignorante es un idiota que sabe mucho de su campo, pero no tiene ni puta idea de todo lo demás. Así que, cuando abre la boca para hablar de algo que se sale un milímetro de su área de expertise, demuestra ser imbécil.

Por suerte, el idiota especializado ignorante suele saber que no sabe una puta mierda de lo que está fuera de su campo, así que tiende a no opinar demasiado.

El idiota especializado aplicador, en cambio, cree que puede aplicar los conocimientos de esa área que domina a cualquier otra área. Evidentemente, falla estrepitosamente, porque es tan ignorante como el anterior, sólo que menos cauto. Es el informático que cree que el cerebro es un ordenador.

El siguiente tipo es el idiota del foco. Es un idiota que se caracteriza por poner el foco donde no toca. Le cuesta tener una imagen panorámica de las cosas y, además, aquello en lo que se focaliza no es ni siquiera lo principal.

Este idiota se identifica muy bien en discusiones y debates, porque, si le dices que los carbohidratos están detrás de la plaga de obesidad, él te va a responder que aportan energía. Ya lo sabemos, idiota, ya lo sabemos. Ese no es el tema.

Después tenemos el idiota autista, que se caracteriza por no comprender al ser humano. Para él, otro hombre es indiferenciable de una pelota de vóley playa. No entiende por qué hace lo que hace y es incapaz de identificarse con él.

Con suerte, las personas para él serán robots o cifras. A veces, ni eso. Tiene dificultades para manejar la imprevisibilidad humana tanto a nivel individual como a nivel colectivo. En consecuencia, es buen ingeniero o genocida, pero mal sociólogo (si es que un buen sociólogo puede existir).

Otro tipo de idiota muy frecuente por la exposición que tiene es el idiota pedante. Este es el idiota que abunda en la academia (donde puede tener un pase) y en el periodismo. No tiene mucha miga: Es ese idiota que oculta tras referencias y esdrújulas su dificultad para razonar.

El siguiente idiota es el idiota etimológico, que es una fusión del idiota del foco y del idiota pedante. Es el idiota que saca etimologías aleatoriamente durante la discusión con él, porque, por algún motivo, los significados actuales de las palabras le saben a poco.

Es el típico idiota con el que estás discutiendo, dices algo tipo “las feministas radicales blablá”, y responde “radical significa ir a la raíz” seguido de alguna cosa irrelevante. También es el idiota que dice que el idiota, en Grecia, era el que no se preocupaba por la cosa pública sino únicamente por sus asuntos e intereses privados.

Nos la suda, idiota. Nos la suda completamente.

Después está el idiota reforzado. Es el idiota que ha recibido un refuerzo positivo en su idiotez y, por tanto, su cerebro libera endorfinas cada vez que dice o hace el idiota. Aquí encontramos a todos los idiotas de tuiter o yutuf, retroalimentados en su idiotez mediante erretés y vius (también está el idiota empollón, retroalimentado a base de dieces –este puede acabar siendo idiota especializado).

Por supuesto, también está el idiota anecdótico, que es el idiota al que le comentas que, en general, sucede algo, y te dice que conoce un caso en que no. Desconoce la distribución gaussiana. Tiene una mayor proporción de cerebro reptil que los demás.

 Y, para terminar, tenemos al idiota que es idiota porque se hace el idiota. Este idiota se divide en tres grandes subtipos:

El idiota socrático, que se hace el idiota con el fin de alcanzar verdades. Tiene buena prensa. Todo el mundo habla bien de él. Hasta que se encuentran con uno. Es especialmente lamentable cuando quiere ir de Sócrates filósofo sin ser consciente de que le iría mejor como Sócrates futbolista.

El idiota por interés, que es idiota porque su manduca depende de ello. En principio podría no ser problemático, pero a menudo sucede que se acaba creyendo sus idioteces de verdad. Es por ello que este tipo de idiota ficcional es el menos ficcional de los tres.

El idiota por los loles, que se hace el idiota por trolear y echarse unas risas. A menudo, en el ejercicio de sus funciones pone de manifiesto la idiotez del otro. Se requiere talento. Si no se tiene, se puede acabar cayendo, también, en alguno de los tipos anteriores.

Y ya estaría.

sobre el autor

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Soy Antoño, el Gran Orangotán Cósmeco. Me gusta la política, la filosofía, la psicología, el marketing y los negocios. Si estás leyendo los contenidos de esta web, probablemente ya me odies. Si no es así, suscríbete a la lista de correos.

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