Hace unos días hubo un cierto revuelo en las redes porque parece ser que algunos miembros de la izquierda abertzale aplaudieron a Josu Ternera, y los periodistas de izquierdas, a su vez, aplaudieron a los que aplaudían.
Mucha gente se rasgó las vestiduras. Participé en cierto debate tuitero sobre por qué era estúpido rasgárselas. Vengo a exponer aquí las ideas de aquel debate (no puedo prometer y no prometo que la exposición vaya a ser más clara que entonces).
Me parece lógico que la izquierda abertzale aplauda a Josu Ternera. No hizo nada malo. Tampoco nada bueno. No tiene sentido hablar de bien y mal en política.
Esperar moral en política es como esperar decoro en un burdel.
En política hay que hablar de eficacia. Nada más.
No se le aplaude porque hiciera algo bien o mal. Tampoco el hecho de aplaudir está bien o mal. Porque ni matar a cuatro niñas ni aplaudirlo son actos morales, sino políticos. Matar niños y aplaudirlo es aceptable o no en función de lo útil que sea para alcanzar un objetivo.
Si en lugar de aplaudir le hubiesen condenado al ostracismo, la cosa no cambiaría. Se le condenaría al ostracismo no porque lo que hizo estuviera mal, sino porque fue ineficaz. Y no se le condenaría al ostracismo porque es lo que estaría bien, sino porque sería lo eficaz.
Nótese que tan moral o inmoral es el aplauso como el ostracismo. Tan moral o inmoral es matar a esas niñas como no matarlas.
Y si lo anterior te ofende, deja que lo diga de nuevo: Política y moral son territorios opuestos. Juzgar la política desde la moral es como juzgar un desagüe con criterios estéticos.
Por eso el mejor político es el más amoral. Por eso a lo más alto llegan los más comepollas y navajeros. Por eso la política está llena de psicópatas. Y por eso los peores se ponen a la cabeza.
Por supuesto, habrá que apelar a la moral para convencer a los ingenuos que crean que moral y política deben ir de la mano. Pero, si ninguno de los dos somos idiotas, no me apeles a eso. Vayamos al fondo: ¿Cuál es el objetivo y por qué es mejor estrategia rasgarse las vestiduras?
¿El objetivo es la paz? ¿La reconciliación de la sociedad? ¿Acabar con el ambiente fascistoide de ciertas regiones? ¿Machacar al enemigo (esta vez no adversario) político? ¿Acabar con el independentismo? ¿Obligar al independentismo a seguir vías pacíficas?
¿Cuál es el objetivo? ¿Lo hay?
Eso, si quieres combatir la política abertzale desde la política. Pero quizá te la sude. Como a mí. Al fin y al cabo, no solo no somos políticos, sino que la política nos suda los cojones porque meterse en ella en pringar tu espíritu de mierda y renunciar a la humanidad.
En ese caso, bien, tenemos el derecho y el deber de despreciar los actos de ETA, a Josu Ternera, a quienes le aplauden y a quienes aplauden a los que aplauden, así como a los que mantienen una postura equidistante y los que callan.
Pero quedarse en eso es quedarse a las puertas de la comprensión del fenómeno. Porque no se puede juzgar al león por comerse las tripas de la gacela mientras ésta aún vive. Lo que hay que despreciar es la política. Ésa es la que, por definición, no es que sea inmoral, es que es amoral.
Cabe preguntarse: ¿Nos resulta útil esta distinción? ¿Nos sirve para juzgar la política? ¿Para claudicar ante ella? ¿Para juzgar actos concretos? ¿Para dejarnos llevar por el nihilismo?
Nada de eso. Nos sirve para entender el mundo. Si ves a alguien haciendo política (sea político o no) defendiendo lo indefendible, acuérdate de que no está operando la moral, sino la política. No está defendiendo lo indefendible, está defendiendo lo útil (o lo que cree que lo es).
Apelar a la moral en política solo sirve para convencer a los ingenuos de que se sumen a tu causa, lo que en sí mismo es una inmoralidad.
Una última consideración: Como dije al principio, todo este tema vino de que algunos periodistas aplaudieron a los que aplaudían al mataniñas.
Y, claro, yo he dicho que una persona sí debería tener un criterio moral para este tipo de actos. Que un político no los tenga, como hemos aclarado, va de suyo. Pero una persona debería tenerlos.
¿Por qué estos periodistas actuaron como políticos y no como personas?
Bueno, pues porque son políticos. Porque este periodismo es propaganda.
El periodismo solo tiene sentido en la medida en que se relacione con la política para contener su amoralidad. Debería ser un dique que, por su parte interior, indique a la política lo límites de lo útil en función de su cara exterior, que son los límites morales de la sociedad.
Hoy eso no sucede. La política no es ese dique. Por eso la amoralidad de la política inunda todas las áreas de la vida social.