Bueno, niusleta sobre la polémica de la semana (pasada). Hay varias cosas y cada una tiene sus propias ideas sin hilvanar y escribo sobre la marcha, así que, si algo queda raro, es lo que hay.
Se conoce DE QUE han cerrado las cuentas en redes sociales al ilustre tuitero (y en sus tiempos libres también presidente número 45 de los Estados Unidos de América) Donald Trump. La razón aducida es que supone un riesgo de incitación a la violencia. Hay más palabrería, pero, en resumen, es eso.
Además de eso, a raíz de lo que los seguidores de Trump han considerado censura, muchos usuarios han decidido llevar a cabo la cuarta gran migración tuitera (tras la de Quitter, la de Mastodon y la de Gab.io). Esta vez, la plataforma elegida ha sido Parler, porque se supone que no censura.
Todo ok. El problema es que Google decidió prohibir esa app en la PlayStore al enterarse y, dos días después, se sumó a ello Apple, eliminando la app de la AppStore, y Amazon, en cuyos servidores corre la aplicación, decidió apagarla.
Una movida guapa y que suscita varios puntos interesantes:
- ¿Qué es la censura? ¿Pueden censurar las empresas? ¿Debería controlarse la censura que realizan? ¿Cómo? Etc.
- ¿Tienen las empresas total libertad para marcar sus líneas ideológicas y actuar en consecuencia? ¿Todas? ¿Depende del tamaño? ¿Depende de lo monopolísticas, oligopolísticas o cartelizadas que estén? Etc.
- ¿Tienen que tener responsabilidad las empresas por lo que se publica en ellas? ¿Sí? ¿No? ¿Siempre? ¿En qué ocasiones? ¿Y las plataformas que ofrecen plataformas? Etc.
- ¿Por qué las grandes multis tienen una línea ideológica tan clara? ¿Es legítimo que grupos empresariales se cartelicen con motivos ideológicos? ¿Por qué con motivos económicos no es legítimo y con motivos ideológicos sí lo es? ¿Por qué tienen *esa* línea ideológica?
- ¿Existe un choque de derechos? ¿Derechos fundamentales vs. derechos de los propietarios? ¿Existe un riesgo para los derechos fundamentales cuando las empresas ocupan amplias esferas públicas? ¿Quién permitió a la Casa Real abrirse una cuenta de Twitter y aceptar sus términos y condiciones?
Vamos a ir punto a punto. Insisto en que detrás de esto no hay mucha reflexión y bastante intuición, pero bueno, seguro que alguna idea interesante sale.
Primero, sobre la censura. Había mucha gente por el tuiter diciendo que sólo el Estado puede censurar. Esto es a todas luces una gilipollez y no hace falta entrar en ello. Pero, aun así, podríamos ser generosos y aceptar que existen dos ideas de censura. Una fuerte y una débil.
La débil sería la que cualquiera puede ejercer en su parcelita de poder (un medio de comunicación, por ejemplo) y la fuerte sería aquella que un gran poder ejerce de forma casi omnímoda (lo que habitualmente ha hecho el Estado).
La censura débil no supone problemas. Al menos, en principio. La razón es simple: Un poder pequeño tiene otros poderes enfrentados. Si un medio censura una cosa, otro medio la publica. Si una editorial no publica tu libro, hay muchas más. Es un ámbito muy fragmentado.
La censura fuerte obviamente sí supone un problema, porque no es que no puedas publicar una noticia u opinión en un medio, es que no puedes publicarla en ningún medio. No es que no puedas publicar en una editorial, es que no puedes publicar en ninguna editorial.
Bien. Ahora hay dos cuestiones: Primera, ¿dónde está el límite entre la censura fuerte y la débil? Segunda, a raíz de la anterior, ¿sólo el Estado tiene poder para aplicar censura fuerte?
La primera pregunta es difícil de contestar, porque implica determinar cuándo un poder es fuerte y cuándo no lo es y en relación a qué. Obviamente, cualquier poder comparado con el poder del Estado va a parecer débil. Pero eso ilumina poco.
Yo creo que podríamos aceptar cualquier persona u organización (o cártel) que ostente posiciones monopolísticas o de dominación del mercado en ámbitos necesarios para el ejercicio de los derechos fundamentales como capaces de ejercer censura fuerte.
Creo que el anterior párrafo me ha quedado bien. Le doy un 8,6/10.
Obviamente, eso genera los dilemas de qué es una posición de dominación de mercado y un monopolio, pero, al menos, ya tenemos regulaciones, leyes, sentencias y movidas jurídicas para determinar qué es. Quizá sea arbitrario, pero es un punto focal que nos sirve.
Ahora, la segunda pregunta se responde fácilmente. No, no es el Estado el único que puede aplicar censura fuerte. También pueden hacerlo algunas organizaciones. No sólo empresas, pero sí especialmente empresas, y más en estos tiempos de capitalismo global.
¿Debería controlarse esa censura? Y, en caso de que sí, ¿cómo? Esta pregunta la voy a dejar sin responder porque en el punto de la responsabilidad creo que queda resuelta.
Las dudas del segundo punto creo que quedan resueltas con la distinción entre censura fuerte y censura débil. Había por ahí algunos graciosos diciendo algo tal que “piensa en Twitter como el pastelero homófobo y en Trump como la pareja de lesbianas que quiere un pastel”.
Ayer tenía la intuición de que esto era una gilipollez. Ahora, con la distinción entre los dos tipos de censura, queda claro que lo es.
Si el pastelero fuese el único pastelero del país, sí, estaría atentando contra tus derechos fundamentales porque te impediría ejercerlos (dejando a un lado si tener una tarta es un derecho fundamental, no compliquemos el asunto). Pero no es el caso. Que él no ponga los medios a tu disposición para ejercer tus derechos fundamentales no te supone un problema, porque no ocupa una posición dominante en el segmento de las pastelerías.
Así que, sí, las empresas tienen libertad para marcar sus líneas ideológicas. Pero, si ocupas una posición dominante en un segmento necesario para el ejercicio de un derecho fundamental, deberías estar obligado por ley a permitir el ejercicio de esos derechos.
No obstante, creo que todo lo anterior puede resolverse más fácilmente respondiendo a las cuestiones del punto 3. Sobre la responsabilidad que tienen las plataformas.
Y es que, ahora mismo, las grandes tecnológicas quieren ser putas y santas a la vez. Y eso no puede ser.
Las plataformas de contenidos (incluidas las redes sociales) están sujetas a leyes que parten de la base de la doctrina del Buen Samaritano. Long story short: En origen, si prohibías cualquier publicación en internet (por ejemplo, pornografía infantil), automáticamente te convertías en un medio, y, por lo tanto, eras responsable de lo que se publicaba en tu plataforma.
Esto, en plataformas donde son los usuarios lo que generan contenidos (en su momento, foros; hoy, redes sociales), era un problema. Así que se adoptó esa doctrina, según la cual nadie era responsable de lo que publicaban los usuarios al mismo tiempo que los dueños de la plataforma tenían derecho a borrar contenidos ilegales, dañinos, que entorpeciesen el correcto funcionamiento de la plataforma, etc.
El problema es que esa doctrina se ha ido estirando como un chicle y ya no se persiguen y censuran solamente los contenidos de ese tipo, sino que se da por bueno perseguir y censurar contenidos políticos amparándose en básicamente lo que les salga de los cojones a los dueños.
Y eso es lo que está pasando actualmente con las grandes redes sociales. Pueden borrar contenidos de forma arbitraria (y es arbitraria por multitud de razones que no voy a detallar porque si no te parece arbitrario probablemente sea porque eres imbécil y las explicaciones no te van a ayudar) pero, al mismo tiempo, no son responsables de lo que se publica.
Y esto no acaba aquí, porque en la Propuesta de Reglamento de Servicios Digitales de la UE se especifica que las plataformas podrán borrar contenidos que afecten al discurso cívico, a la salud pública o a los procesos electorales, entre otras perlas.
Tampoco debería sorprender esta deriva, por cierto. Al fin y al cabo, es la enésima ocasión en la que políticos y grandes empresas se alían. No hay nada nuevo bajo el sol.
Lo que es nuevo es que la censura que tradicionalmente ejercía el Estado hoy se delegue en las grandes multis. Sin duda, mucho más efectiva. La censura siempre ha tenido mala prensa. No ejercerla directamente es mejor. A saber qué ventajas habrán dado a cambio a las multis.
En cualquier caso, el Tribunal Supremo de EEUU ya dijo que una interpretación amplia de la doctrina del Buen Samaritano iba contra la libertad de expresión, así que, quizá, lo único que habría que hacer es responsabilizar de los contenidos publicados a las plataformas que censuren más allá de lo estrictamente necesario y sin mandato judicial para casos dudosos (como la supuesta incitación a la violencia de Trump).
Y esto no es poca cosa. Hacer eso implicaría sentar a Mark Zuckerberg ante un Tribunal de Derecho Humanos por su responsabilidad en el genocidio de los rohingya, por ejemplo.
Y si no puedes tener un control efectivo de los contenidos que se publican en tu plataforma como para permitirte el lujo de ser un medio, pues te jodes y bailas. Lo que no se puede es estar en misa y repicando.
Hay también una derivada: ¿Tienen responsabilidad las plataformas de distribución de plataformas? A raíz del baneo de Parler de las tiendas de aplicaciones (por motivos explícitamente políticos) cabe preguntarse si lo mencionado antes para las redes sociales no es aplicable también a estas plataformas.
El cuarto punto es más por curiosidad que otra cosa: ¿Por qué son tan de izquierdas las grandes tecnológicas? No le veo mucho sentido.
En cualquier caso, el concepto de cartelización ideológica me parece interesante. No voy a desarrollarlo mucho porque no es el tema, pero se podría tirar de ese hilo para sacar algo valioso.
¿Debería el Estado obligar a las empresas coaligadas para permitir sólo una línea ideológica a abrirse a otras corrientes ideológicas? ¿Por qué el Estado puede multar a unas empresas que se ponen de acuerdo para fijar precios y no a las que se ponen de acuerdo en promover el aborto? ¿Es más peligroso para la sociedad el precio de la gasolina que la ausencia de diversidad de ideas?
Por último, una reflexión sobre derechos privados vs. derechos fundamentales que comentó alguien por tuiter y que me pareció interesante. Venía a comentar que, en la medida en que los derechos fundamentales pasen a ejercerse en espacios privados, necesariamente habrá choques entre ambos derechos.
Y no es algo que se dé a pequeñita escala. Tú sabes cuántas mierdas hay que aceptar en las políticas de Twitter o Facebook para tener una cuenta. ¿Quién dio el visto bueno a que la Casa Real o los ministerios tuvieran cuentas en estas redes? Porque ahí se han cedido unos datos y se han aceptado unas cosas que correspondía aceptar a la ciudadanía.
A este respecto hay un último punto (el último de verdad de la buena), y es el de las auténticas posiciones libertarias, que, en internet, siempre han correspondido a los cypherpunks. Ellos siempre lo han tenido claro con todo el tema del software libre, las soluciones abiertas, la privacidad, la transparencia, etc.
Es culpa nuestra (y me refiero especialmente a los que nos autodefinimos como libertarios) haber dotado de tanto poder a soluciones privadas, cerradas y opacas.
Es culpa nuestra por creer que aquello de que el precio de la libertad es la eterna vigilancia aplicaba sólo al Estado.
El liberalismo surgió como respuesta al poder de la Iglesia y creó un monstruo para luchar contra ella. A ese monstruo lo llamó Estado.
Ahora, el libertarismo lucha contra el Estado. Y, para luchar contra él, ha creado monstruos que se llaman grandes multinacionales.
Si no nos damos cuenta de que hay que luchar también contra ellas, el día de mañana tendremos que crear otro monstruo.
Me han parecido bastante interesantes tus reflexiones. Creo que hay muchos liberales patrios que tienen el foco muy cerrado y no están viendo la foto grande.
Una comparación bastante buena que leí para entender bien este «sorber y soplar» de Mark, Jack y cia, fue el símil con las librerías vs. editoriales. Cómo una librería puede vender cualquier libro, pero no se responsabiliza de lo que hay en ellos, al contrario que una editorial, que sí debe velar por lo que los autores dicen a través de ella.
Fb/Tw y cía quieren las ventajas de ser una librería en donde la gente les lleva libros guays, y a la vez ser ocasionalmente editorial diciendo algunos libros que dicen mentiras o que incitan al odio, los que les interesan. Luego, creando palabras contenedor como «incitar al odio» o «promover racismo o machismo» ya está el caldo de cultivo para ejercer la discrecionalidad cuqui, la censura happyflower.
Enhorabuena por las niusletas. Un saludo.