El dinero es importante. Quien cree que no, rápido cambia de opinión cuando le llega el primer aviso de desahucio.
Tener una relación sana con el dinero es fundamental para que nos vaya bien con él, igual que pasa con el amor, el sexo, las drogas o la comida.
Yo lo reduzco a 3 puntos:
Primero, hay que tener una visión positiva del dinero. Nadie se esfuerza por conseguir aquello que considera negativo. Uno se esfuerza por tener salud, no por tener un cáncer. Si el dinero te parece algo malo, no te esforzarás por conseguirlo. Y, para conseguir dinero, por lo general y salvo contadas excepciones, hay que esforzarse.
Segundo, hay que despreciar el dinero. Suena un poco contradictorio respecto al punto anterior, pero con el dinero sucede como con las mujeres: Cuanto más pendiente estás de la que te gusta más pasa de tu cara. No sabría explicar por qué sucede, pero, en mi experiencia, cuanto más se desprecia el dinero, más fácilmente llega.
Esa sería una razón instrumental. Despreciarlo para conseguirlo. Bien. Pero también hay una razón finalista: Quien no desprecia el dinero, acaba convirtiéndose en su esclavo. Y yo quiero dinero para ganar libertad, no para perderla.
Imagino mi relación con el dinero como cuando de niño jugaba a juegos de estrategia. No quería el oro que recogía en Warcraft. Ni siquiera quería la construcción que podía comprar con el oro que recogía. Lo que quería era pasarme el juego.
Ahora es igual. Desprecio el dinero que consigo. Solo son numeritos. Únicamente lo quiero para pasarme el juego. Qué sea pasarse el juego será diferente para cada cual (y conviene que cada cual lo sepa de antemano).
Además, es importante despreciar el dinero para poder renunciar a él. Y el camino a ganar dinero pasa por renunciar al dinero. Suena paradójico, pero para conseguir 200.000€ invirtiendo 100.000€, es condición necesaria renunciar a esos 100.000€. Al menos, temporalmente.
Y, por supuesto también cabe la posibilidad de que tengas que renunciar a ellos para siempre, porque tu inversión puede ir mal.
Eso nos lleva al tercer punto: Los loles.
Debes ser capaz de perder dinero y reírte. Esto es distinto a perder dinero y asumirlo estoicamente. No, eso no basta. Debes reírte. El estoicismo exige demasiado al hombre medio.
Quizá nunca pierdas todo tu dinero. Pero quizá sí. Si ocurre, la forma de afrontarlo es la siguiente:
Piensa en ti dentro de unas décadas, cuando seas abuelo y estés entimismado en la mecedora con tus nietos correteando alrededor. A ti, en ese momento, se te escapa una risilla. Tus nietos piensan: “¿De qué se ríe el abuelo?”. El abuelo está recordando cuando perdió un pastizal de una forma tontísima. Ahí viene la primera risilla. Pero la risotada viene al caer en la cuenta de que, después de todo, la cosa no ha ido tan mal, ¿no? Hay motivos para reír.
Saber que te reirás mañana es suficiente para reírse hoy.
Ahora bien, aunque el objetivo debe ser poder reírse ante cualquier pérdida de dinero en cualquier situación, entiendo que esto da vértigo y es difícil. Es por ello que a la mayoría de gente le (nos) convendrá cierta seguridad. Esa seguridad se obtiene estando en una situación holgada.
Y para tener una situación holgada hay que tener efectivo disponible. Perder toda tu inversión teniendo deudas es jodido. Perder toda tu inversión sin tener un duro, lo es un poco menos. Perder toda tu inversión teniendo un colchón que te permita sobrevivir uno o dos años, es bastante llevadero.
Pero ten claro que esa protección es ajena a ti. Más importante es la protección que nace de ti. Esto lo que aprendí como un fogonazo escuchando una canción de Yung Beef, que empezaba “no hables de flush, puta, yo soy dinero”. Hay un punto ahí. Ser dinero. Ser capaz de crear dinero. O sea, valor por el que alguien te paga.
Cuando sabes que eres capaz de crear dinero (y, créeme, es algo que se aprende y a lo que se puede llegar), tienes mucha tranquilidad. Ya no asusta esta o aquella inversión. Si se pierde el dinero, pues bueno, se pierde.
Ya haremos más.