Como hace tiempo que no me meto en charcos, hoy vamos a hablar de putas.
En origen, esta niusleta iba a titularse “En defensa de los chulos”, pero, ya que me pongo a ello, hablemos también de las putas y de los puteros. Además, lo de los chulos tampoco da pa una niusleta entera.
En general, hoy en día hay tres grandes grupos de opositores a la prostitución: Los conservadores, que tratan de proteger la virtud de la mujer; las feministas, que tratan de proteger su ideal de mujer; y los izquierdistas clásicos, que tratan de acabar con ese vicio burgués.
Esta no va a ser (creo) una de esas niusletas en las que listo argumentos y trato de contestarlos. Ya habrá tiempo en otra ocasión, quizá.
Hoy lo que me gustaría es defender las figuras del título de la niusleta frente a esos tres grupos. Hacer algunos comentarios sueltos. Ya sabéis que, como buen orangután, tengo especial predilección por quienes están en los márgenes.
Además, he dormido dos horas, así que no tengo ganas de pensar. Si esta niusleta llegase a suscitar interés, ya vendrán los argumentos (o no, que tampoco soy vuestra puta).
Empecemos por las putas.
Las putas, al fin y al cabo, no son más que mujeres libres y realistas que saben aprovechar sus armas y las debilidades del hombre para prosperar.
Nada extraño. Al fin y al cabo, las estrategias reproductivas de machos y hembras son distintas. Sería estúpido no aprovechar esa ventaja (igual que es estúpida la queja de que son las mujeres las que más ejercen la prostitución –pues claro, imbécil).
Circula por ahí la idea esta de que, en Roma, se prohibió que las mujeres de pasta se inscribieran en el censo de meretrices. Y no se prohíbe lo que no sucede, así que sucedía.
¿Por qué? Porque, históricamente, la mujer había tenido dos opciones: O la de ser buena mujer encerrada en casa o la de ser puta en libertad.
Y muchas preferían la libertad. Entre otras cosas, porque suponía libertad real. Tenían bastantes beneficios legales, hasta donde yo sé (ciertos derechos de propiedad y cositas así).
De todos modos, no vamos a negar aquí lo evidente: Un buen porcentaje de las putas, históricamente, lo han sido y lo son por todo tipo de dificultades. Eso es evidente. No menos evidente es que fregar escaleras es para muchas más esclavizante que el sexo.
Ser puta es una profesión, al fin y al cabo. Y, como en toda profesión, hay rangos y calidades. Hay quien disfruta de su trabajo, quien no, quien pone (puede poner) condiciones y quien tiene que tragar con lo que le echen. No jokes.
De hecho, hubo un tiempo en que me interesé por el rollo este de las feministas prosex y las putas feministas y todo eso y concluí que la mayoría de las quejas de lo mal que están algunas se debían, sencillamente, a que eran malas profesionales.
Mujeres que ofrecían ciertas prácticas que detestaban para tener más clientes y que luego se quejaban de tener que realizarlas o de la reacción de los clientes cuando lo exigían y ellas se negaban.
Supongo que ese es un problema que viene tanto de que sea un oficio semiclandestino como de que muchas de las que lo practican no tengan esa predisposición empresarial.
A una puta de alto standing no creo que le contacten hombres más sencillitos de complacer, ni menos violentos. Sin embargo, la puta de alto standing tiene más cabeza para llevar su negocio y más coño para decir que no.
Creo que van por ahí los tiros.
Sea como sea, aquí bancamos a las putas. De hecho, mi modelo de feminista es la puta que compra indulgencias al obispo con el dinero de su coño.
Luego están los puteros.
Hay algo que me flipa de todo el mundo abolicionista. Bueno, hay dos cosas.
La primera es la tremenda esquizofrenia que sufren esas chavalas, que dicen querer proteger a las putas y al momento siguiente las llaman agujeros de usar y tirar. Esto existe. No sorprende: No buscan proteger a las putas, sino la esencia de la buena mujer.
Pero a lo que iba era a la segunda cosa que me flipa: Cómo son capaces de decir que no quieren perjudicar a las putas, pero defienden un modelo que consiste en acabar con los puteros.
Esto es como decir que no se tiene nada en contra de los presentadores de televisión, pero que se quiere acabar con los televidentes. Como decir que no se tiene nada en contra de las embarazadas, pero que se quiere acabar con los hombres fértiles. Como decir que no se tiene nada en contra de los anfitriones, pero que se quiere acabar con los comensales.
En fin, las típicas mierdas incomprensibles de los justicieros.
La cuestión es que el putero es, con toda probabilidad, la figura más desprestigiada de las tres. Unas lo tienen como la personificación del patriarcado más cruel; otros, como poco hombres. O psicópatas que van de putas para satisfacer su sadismo o acomplejados que no pueden mojar de otra forma.
En resumen, esas son las dos únicas posibilidades.
A nadie se le pasa por la cabeza preguntar a las putas. Bueno, miento, sí se les pregunta. A veces: Las abolicionistas se hartan de citar un estudio en el que se preguntó a las putas si habían sufrido abuso trabajando y salió que un 90 y pico por ciento sí lo habían sufrido. De lo que se concluye que el putero es el mal. Claro que el estudio se hizo en un departamento para abusos de un hospital, que es como hacer un estudio sobre la peligrosidad del gluten en un departamento de celiaquía (si tal cosa existiera).
El perfil del putero, según he leído a algunas putas, es de lo más variopinto: Están el sádico y el que no moja, sí, pero también está el que tiene tendencias que no puede o no quiere revelar a su mujer, el masoca, el que simplemente quiere probar con una profesional, el que siente una conexión con la puta, el que lo hace por aburrimiento…
Un poco de todo. Lo cual es lógico. En cualquier grupo que cojas no hay un único perfil, y menos si el grupo es el consumidor de algo. Nadie se plantea que todos los que compran piruletas sean pederastas.
Y por último estaría el chulo, que suele ser el más odiado por quien no odia a los dos anteriores.
Obviamente aquí vamos a hablar del chulo que no obliga ni maltrata. Porque, a priori, ser lo uno no implica lo otro, ni viceversa.
El chulo cumple varias funciones útiles para las putas. La principal es la protección, pero también puede ser la obtención de clientes, asunción de costes o las labores de marketing.
Y es que, como dije antes, muchas putas son malas empresarias, pero no tienen por qué ser malas trabajadoras. ¿Por qué en otros sectores vemos bien trabajar para otro y en este no?
Además, aquí también habría que poner en cuarentena eso del heteropatriarcado: Si en la calle abunda el chulo, en los burdeles y en los pisos abunda esa figura tan literaria que es la madame.
La madame es esa antigua puta que conoce el negocio y es capaz de gestionarlo eficazmente, con dotes de psicología que hacen parecer un tocón a Skinner y una mariposa en el bolso por si acaso hay que marcarle la cara a algún valiente.
Yo sé que después de esta niusleta me van a responder el típico “¿pero querrías que tu hija fuera puta?”.
No, señor.
Yo querría que mi hija fuera la madame.