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En defensa de la procrastinación

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La procrastinación es el alma rebelándose contra la trampa

Nassim Nicholas Taleb

Entendemos por procrastinar algo así como “aplazar hasta el último momento lo importante haciendo cosas irrelevantes y/o inútiles”. Y lo aplicamos (al menos, en los últimos tiempos) al ámbito de lo profesional.

Es decir, a día de hoy estamos procrastinando cuando jugamos al Among Us en vez de hacer el trabajo que tenemos que entregar en dos semanas, pero no cuando dejamos para pasados los 35 el tener hijos. Funny.

Yo soy procrastinador insane level y por eso estoy capacitado para tratar este tema.

Y la primera consideración que quiero hacer es esa, la de los chiquillos. Emberdá los chiquillos son sólo un símbolo, lo importante es el trasfondo:

Si procrastinar significa postergar sine die lo importante para dedicarnos a lo irrelevante, procrastinar es no procrastinar.

Vale, esta es la típica gilipollez que me sale sin pensar y luego tengo que justificar. Vamos a ver si puedo.

Si aceptamos que procrastinación pertenece al ámbito de lo profesional, procrastinar es no procrastinar, porque lo importante nunca es entregar el trabajo en el deadline, y mucho menos trabajar en ello semanas completas para que esté niquelao.

Que sí, que ser profesional y todo eso es importante.

Pero no es lo más importante.

Lo importante es vivir. Trabajar es un mal necesario, y, por tanto, la profesionalidad es un mal necesario (y más te vale no intentar justificar con esta niusleta el ser un mal profesional).

Procrastinar es salir de esa carrera de la rata. Es dar la vuelta a la tortilla, porque, en realidad, el momento en el que estamos procrastinando es cuando estamos trabajando dándolo todo. Cuando estamos anteponiendo lo irrelevante (el trabajo) a lo importante (la vida).

De ahí la cita de Taleb que encabeza la niusleta, vaya.

Tocarte los cojones a dos manos es vivir, así que no te sientas mal por ello. Piensa en las abuelas sacando unas sillas a la puerta de la casa y tomando el sol sin hacer absolutamente nada. Eso es vivir.

Hay que ser imbécil para creer que hacer eso es procrastinar y que comer un combo de prozac y adderall para ser productivo y satisfacer a tu jefe/cliente sin suicidarte es lo contrario.

Por otro lado, existe la creencia de que, si no trabajas de forma eficiente, súper pautada, adelantándote, con todo bien scheduleado, el trabajo que hagas será una mierda porque lo habrás hecho deprisa y corriendo.

Esto no sólo es falso, sino que la realidad es la contraria.

Al menos, para algunos tipos de personas.

Algunos trabajamos mejor bajo presión. Si nos pones a hacer el mismo trabajo a lo largo de una semana o en un día, el resultado será prácticamente el mismo, con la diferencia de que, en el primer caso, dedicaremos 20 horas al trabajo y, en el segundo, dedicaremos 10.

Entiendo que hay personas que no llevan bien trabajar bajo presión. Bueno, en ese caso, palante, que vivan entre excels y calendarios. Cada cual tiene su propio infierno.

Relacionado con esto, hay que valorar también la cantidad de buenas ideas que pueden llegar a aparecer cuando procrastinas y sientes que el deadline se acerca. A veces, incluso creo que la procrastinación es una herramienta del ingenio, como lo es la pereza.

Es algo así como lo que sucedía en la antigua Grecia con la máquina de vapor, que la tenían, pero ni se les pasó por la cabeza utilizarla para producir porque para producir ya tenían esas otras máquinas llamadas esclavos.

Si trabajas metódicamente, dividiendo el trabajo que te va a llevar un proyecto en los días en los que vas a trabajar y cumpliendo a rajatabla y todo el rollo, no tienes necesidad de encontrar fórmulas que te ayuden a ahorrar tiempo.

Total, si ya estás cumpliendo, ¿para qué perder el tiempo buscando métodos nuevos?

No procrastinar no sólo no aumenta la eficiencia, sino que la disminuye.

Más cosas: Procrastinar nos ayuda a entender qué no queremos hacer. Nadie posterga lo que le gusta. Si postergas tu trabajo es porque no te gusta. No tiene más misterio.

Evidentemente, tienes que comer. Y para comer, tienes que trabajar. Pero no está de más no perder de vista que estás dedicándote a algo que no te gusta.

Y que no te guste puede ser por mil razones. Quizá el trabajo te gusta, pero la forma de trabajar, no. Quizá no te gusta el trabajo. Quizá no te gusta el cliente. Quizá no te gustan las herramientas que utilizas.

No lo sé. Y tampoco me importa. La cuestión es que, si procrastinas, es que hay algo relacionado con tu trabajo que no te gusta. Actúa en consecuencia.

Otra cosa buena de la procrastinación es que permite que las cosas funcionen por sí solas. Si no dejamos un poco de margen para que el universo haga sus mierdas, nunca hará nada.

Hay cosas que se arreglan solas, ayudas que llegan cuando no te las esperas, soluciones simples que sólo aparecen mientras estás mirando un escaparate de embutidos… Mil cosas. Más veces de las que creemos las cosas se arreglan por sí solas.

El otro día lo comentaba por tuiter: No sé cómo me las apaño, pero, cuando la cosa se pone fea, el universo siempre me echa un cable.

Y no soy especial. Creo que nos pasa a cualquiera. Salvo a aquellos tan soberbios que quieren controlarlo todo, claro. En el pecado llevan la penitencia.

También hay que destacar la capacidad educativa de la procrastinación. Ya lo he sugerido más arriba: Trabajar el día antes del deadline es trabajar bajo presión. Y la gente debe aprender a trabajar bajo presión.

Piensa en esos chavales que lloran los días antes de las PAU, comidos por la ansiedad. ¿Crees que son los que estudian el día antes? No.

Los que estudiábamos el día antes estábamos demasiado ocupados estudiando como para estar ansiosos (cuando no, directamente, jugando a la play). Ninguno de los que suspendíamos un montón de asignaturas y las recuperábamos todas en una semana a final de curso tiene hoy ansiedad por trabajar bajo presión.

Nos fogueamos durante la etapa educativa.

Además, procrastinar está bien, joder. Procrastinar es tomarse la vida de forma más relajada, sin que todo lo que hagamos tenga que servir a un objetivo o fin último.

Hay quien trabaja súper ordenadamente para, después, tener tiempo libre. Al final, como esa forma de enfrentarse a la vida la tiene incorporada en sus hábitos, no tiene tiempo libre nunca. Siempre está haciendo algo que no puede dejar para mañana.

Me recuerdan al cuento aquél en el que un bróker de Wall Street le contaba a un pescador que hacía mal por trabajar sólo un par de horas y luego pasarse el día con su mujer y sus hijos. Que debería trabajar más para comprarse un mejor barco, montar una empresa, ganar mucho dinero, retirarse y, así, poder pasar tiempo con su mujer y sus hijos.

No te dejes engañar.

Contra los que creen que la procrastinación es una cronófaga, nosotros afirmamos que es un arma de la vida frente a la productividad y la eficiencia.

sobre el autor

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Soy Antoño, el Gran Orangotán Cósmeco. Me gusta la política, la filosofía, la psicología, el marketing y los negocios. Si estás leyendo los contenidos de esta web, probablemente ya me odies. Si no es así, suscríbete a la lista de correos.

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