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Elogio de la clase obrera

E

Conciencia de clase: Identidad cultural y comprensión política, pensada, vivida y sentida por cada clase social sobre sus intereses a largo plazo.

Alguna fuente marxista que no logro recordar

Solemos usar dos acepciones para el adjetivo regular. La primera significa “metódico”. La segunda significa “mediocre”. Por mi barrio y el de al lado el autobús escolar pasaba regular. El segundo regular.

Así que de mi madre recuerdo las mañanas llevándome al colegio en un coche destartalado. Mi hermana y yo lo llamábamos el Bacalao, porque siempre iba calao.

Me dejaba en el cole y se iba a fregar escaleras y oficinas. Después volvía para recogerme, calentaba la comida y, a veces, volvía a irse a trabajar. No había visto aún a mi padre y no lo vería hasta que volviera a la hora de cenar. El doble turno daba mucho dinero.

Nos transmitieron ese valor del trabajo. A los 16 me dijeron que ya podía ir buscándome un trabajito por las tardes. Mi hermana empezó a los 15 para pagarse la moto.

En alguna ocasión le comenté a alguien que yo estaba orgulloso del túnel carpiano de mi madre de tanto fregar y de las operaciones de codo de mi padre por justificar papel durante 40 años.

No lo entendía. Le ofendía que me pareciera motivo de orgullo y presumiera de ello. Es normal, su madre era maestra.

@Olgarusu empezó hace poco El Cisne Negro. Le dije que iba a aprender poco nuevo. Los buenos autores no te enseñan muchas cosas nuevas, te ordenan y explicitan intuiciones que tenías.

Mis padres me enseñaron conceptos como antifragilidad, coste de oportunidad o SITG. Aunque si les preguntas por su significado no tienen ni puta idea.

Para ellos antifragilidad es “lo que no mata engorda”, coste de oportunidad es “teta y sopa no cabe en la boca” y SITG es “nadie escarmienta en cabeza ajena”.

Es normal que me guíe por heurísticas. Lo he mamao en casa.

Mi padre trabajaba en la industria gráfica. Cada semana traía media docena de nuevos libros. 40 años en la fábrica. Echa cuentas.

Decía que no los leía porque ya tenía bastante con hacerlos. Alguna vez me preguntó que para qué compraba tal o cual libro, con todos los que teníamos en casa. No tenía muy claro dónde estaba el valor de los libros, pero sabía que lo tenían y que era lo mejor que podía legar a sus hijos.

En tiempos de estudios de desigualdad que contemplan paquetes de acciones pero no grados en Harvard, mis padres regalaban libros en los cumpleaños.

En cuanto a sus deseos (postergados durante infinitas letras de hipoteca), mi padre quería un coche nuevo. Mi madre una piscina. Mi padre se compró un Mazda y mi madre tiene su piscina.

Y es que los dirigentes y referentes de izquierdas defienden una clase obrera inexistente. La clase obrera no es un niño con unas J’hayber, es un niño con unas J’hayber mirando embobado el peluco de oro en el escaparate de la joyería. No lo entienden.

Es normal, sus madres eran maestras.

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Soy Antoño, el Gran Orangotán Cósmeco. Me gusta la política, la filosofía, la psicología, el marketing y los negocios. Si estás leyendo los contenidos de esta web, probablemente ya me odies. Si no es así, suscríbete a la lista de correos.

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