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Black Pill

B

La vergüenza, donde sale una vez nunca más entra, y la sospecha nunca sale de donde entra

Refrán popular

Hoy toca niusleta pesimista. Y me alegro de haber encontrado ese refrán para encabezar el texto, porque refleja muy bien la reflexión que va a seguir.

La tesis de hoy es simple: Vivimos en la época de la sospecha y eso sólo puede conducir a un futuro aciago, porque ni hay forma virtuosa de relacionarse con la sospecha, ni hay forma de dejar de sospechar.

No hay forma virtuosa de relacionarse con la sospecha porque la única acción virtuosa cuando surge la sospecha es el alejamiento. O sea, la no relación. Y no hay forma de dejar de sospechar, porque, una vez se mata a Dios, no se puede desfacer el entuerto. Uno se sabe engañado si se autoengaña.

Se lleva ya mucho tiempo trabajando en la sospecha, con muy buenos resultados. El camino emprendido por Nietzsche, Freud y Marx nos ha traído a la época de mayor descreimiento que haya conocido la humanidad. Y el camino continúa. Precisamente, ese camino en la búsqueda de la Verdad es el que, inevitablemente, conducirá a nuestra ruina.

Esta forma de mirar al mundo con sospecha invade todas las áreas de la vida de hombre de hoy.

Vamos a ver algunas de ellas:

Los conocimientos en biología y psicología evolucionista (aun hoy en pañales) no pueden más que conducir a la sospecha en las relaciones de pareja. Cuando la mayoría (por definición) de los hombres accedan a una pareja estable, sabrán que no cumplen con todas las expectativas de su pareja y que son vistos más como instrumentos que como fines en sí mismo. Las mujeres, por su parte, lamentarán haber tenido que conformarse con ello y, además, sabrán que su pareja sabe que se conforman. La desconfianza mutua será mayúscula. El problema se verá acrecentado por las actuales (y venideras) facilidades para poner fin a la relación.

El continuo bombardeo de peligros desde diferentes frentes (televisión, redes sociales…) conducirán a la sospecha en las relaciones de vecindad. La atomización que produce la ausencia de valores (también bajo sospecha) conlleva la pérdida de redes de solidaridad y colaboración entre vecinos, la sospecha, el miedo y la desconfianza. Cualquiera puede ser peligroso. Esto, como siempre, se producirá con más fuerza en las ciudades, donde la presión social es mínima y el deseo de anonimato es máximo y fácil de hacer valer.

El acceso irrestricto a la información conduce a la sospecha del poder, puesto que se le percibe como incompetente. Nos creemos iguales y una sociedad de iguales no puede funcionar. No se confía en un poder que sabe lo mismo que tú. Además, la distancia con el poder cada vez es menor, gracias a las redes sociales y a la comunicación instantánea. Esto hace los errores más frecuentes y más visibles, alimentando la sospecha. La ocultación de información, por supuesto, no atajaría el problema, puesto que nuestras sociedades liberales exigirían la publicación de dichas informaciones, y, por otro lado, nadie se plantearía que la información oculta fuese suficientemente relevante como para alterar lo antes dicho (tal y como sucede con la existencia de archivos secretos y clasificados).

Las nuevas formas de sorprender, la sensación de que ya todo está inventado, la reconstrucción particular de hechos, el culto a la individualidad y la sospecha en todo tipo de poder y autoridad conducirán, asimismo, a sospechar de los valores. Por supuesto, los valores siempre han estado bajo sospecha, pero la sospecha, hoy, no consiste en la duda metódica, en la discusión y en la crítica, sino en la desconfianza, en la duda de si realmente esos valores existirán o serán sólo una invención y un instrumento del poder. La Verdad, la Belleza, la Justicia y el Bien dejarán de ser deseables para pasar a ser, en el mejor de los casos, sospechosas, en el peor, herramientas de dominación que hay que subvertir.

La percepción de todo lo anterior, que no se escapará a nadie que se pare a pensar en ello durante unos minutos, conducirá a la sospecha de los sistemas que rigen nuestras sociedades. Los sistemas democráticos, laicos, capitalistas, igualitarios, etc. se percibirán como ineficaces para la autorrealización personal y conducente a todos los problemas descritos. Sin embargo, el hombre estará tan devastado que no tendrá fuerzas para alterarlos. Con suerte, los bárbaros nos invadirán y pondrán fin a nuestro sufrimiento.

No tengo muchas esperanzas en que nos aguarde un buen futuro.

sobre el autor

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Soy Antoño, el Gran Orangotán Cósmeco. Me gusta la política, la filosofía, la psicología, el marketing y los negocios. Si estás leyendo los contenidos de esta web, probablemente ya me odies. Si no es así, suscríbete a la lista de correos.

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