Leí Historia Elemental de las Drogas cuando era un chaval sin norte que esperaba a que llegara el jueves para ir de rave, alternando ditirambos de speed y LSD con charlas pedantes entre porros y cubatas con eme.
Años después, más sereno (en ambos sentidos), leí la Historia General de las Drogas. Creo que es el libro más gordo que he estudiado. Todavía lo guardo por casa, subrayado como si fuera temario de oposición.
Le siguió Caos y orden, por las mismas fechas en que me iniciaba en el pensamiento talebiano. Me voló la cabeza (a pesar de no entenderlo por completo –debo releerlo). Puedo decir con certeza que el 80% de mi visión del mundo se debe a las ideas sobre la complejidad y la evolución de Taleb, Hayek y Escohotado.
Rameras y Esposas me enseñó dos cosas al mismo tiempo, una de forma obvia y la otra de forma velada: Que no debemos condenar al gallo por pisar la cabeza a la gallina para montarla (ni a la mantis por arrancársela a su compañero tras la cópula) y que la mitología es la herramienta que tiene la Historia para transmitir el conocimiento a lo largo de los siglos.
Retrato del libertino alejó de mí toda sombra de duda acerca de la importancia de mantener una actitud vitalista. Cierto es que esto ya venía de fábrica, pero siempre es bueno que un prestigioso filósofo te dé argumentos. Hoy, que carne y espíritu son indisociables es una de las posturas que más debates me generan con otras personas brillantes, aunque se presenten bajo otras fórmulas y eufemismos. Todo sigue siendo Platón vs. Aristóteles, supongo.
No recuerdo si Majestades, crímenes y víctimas lo leí antes o después de Retrato del libertino, pero sí recuerdo que me impactó la traslación que en él se hacía de la idea de crimen de lesa majestad a crimen sin víctima (presentado de diversas formas en las legislaciones del momento –y actuales). Mis intuiciones sobre cierta parte del Derecho quedaron clarificadas por su explicación de que los delitos sin víctima confunden adrede Derecho y moral, bajo la justificación de que la comisión del delito es una afrenta a la autoridad, sea ésta el monarca o el pueblo.
No he leído más de Escohotado, porque es importante no leer demasiado. He picoteado Frente al miedo, pero siempre he tenido otros libros por delante en la lista como para ponerme de lleno con él. No he leído y no creo que lea Los enemigos del comercio, en parte porque la tesis principal me parece débil, en parte porque ya sé lo que dice en él. Sí tengo pendiente leer su libro de texto de sociología en la UNED.
Y, por supuesto, el libro póstumo que, según él mismo decía, le habría llevado a la picota de haberlo publicado en vida.
Hoy tocaba la segunda parte de la niusleta sobre el Ultraverso, pero tendrá que esperar, porque ha muerto una de las personas responsables de que piense como pienso.
Imagino que descansará para siempre en Ibiza.
¿Qué mejor lugar?