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Libertad abstracta y libertad concreta

L

Una ausencia de libertad cómoda, suave, razonable y democrática, señal del progreso técnico, prevalece en la civilización industrial avanzada.

Herbert Marcuse

No tomes azúcar. No conduzcas sin cinturón. Tu irresponsabilidad la pagamos todos. Te he dicho que no tomes azúcar. No, esta pastilla no la puedes tomar sin autorización. No, no te voy a dar la autorización para esa pastilla, te voy a dar la de esta otra. Y da gracias. Aquí tienes tu impuesto al azúcar. Deja de decir eso. Podemos joderte la vida. ¿Eso es lo que querías? Demuestra que eres inocente. Haber obedecido. Si no tienes nada que ocultar, no tienes de qué preocuparte. Es por tu bien. Confía en nosotros. El azúcar es malo.

Me pregunto cuánta relación tendrá el zeitgeist depresivo de nuestra época con la esquizofrenia que supone tener tantísimos derechos y libertades que se nos repiten machaconamente al mismo tiempo que sentimos que no podemos hacer absolutamente nada sin ser vigilados o, incluso, transgredir la ley.

Se da la paradoja de que, estando todo permitido, jamás había habido tantas cosas prohibidas, porque todo debe darse y hacerse dentro de un marco regulatorio que jamás había sido tan extenso. Dos líneas en la Constitución para reconocer libertades. Dos millones de folios en el BOE para limitarlas.

Es normal. La libertad, como la verdad, se defiende sola, pero la opresión, como la mentira, necesita ríos de tinta (y mares de acero).

¿Eres más libre si no tienes libertad de expresión reconocida en la Constitución, pero nadie persigue lo que dices, o lo eres si tienes libertad de expresión reconocida en la Constitución, pero cada opinión va a ser susceptible de condenarte al ostracismo?

A lo que voy es que se pueden reconocer libertades virtuales, abstractas, que sólo sean brindis al sol que después no se traducen a una realidad concreta. De hecho, pueden enunciarse más y más libertades abstractas al tiempo que se limitan y se persiguen las concretas.

Si quieres saber cómo será el futuro, imagínate en una celda en cuyas paredes están escritas todas las libertades que posees.

Se puede replicar que la libertad es ser siervo de la Ley. Y puede ser. El problema es la distinción entre Ley y legislación. No sé si lo primero amplía (o permite) la libertad, pero tengo claro que lo segundo la limita.

La gente se escandaliza cuando Reverte o Dragó dicen que en los 70 se vivía con mayor libertad. La cuestión es: ¿Han vivido esas personas que se escandalizan en los 70 para poder comparar? Porque si has vivido toda tu vida en una jaula, asumes que ése es todo el mundo. Es más, te niegas a reconocer que pueda haber más mundo. Porque implica que has sido engañado y porque da miedo.

No se me malinterprete. No creo que todo el mundo viviese con mayor libertad en los 70. No creo que la transexual cuya única salida era comer pollas en el barrio chino tuviese mayor libertad. Cada uno cuenta la feria según le va, eso está claro.

No sé muy bien a dónde lleva esta niusleta. La verdad es que lo que estoy diciendo no resulta muy original ni debería sorprender a nadie, y tampoco es que se pueda profundizar mucho más en ello.

Las libertades concretas pueden reducirse a pesar de crecer y crecer las libertades abstractas. Por poder, puedes incluir en la Constitución el derecho al orgasmo femenino. Eso no va a hacer que nos sea más fácil encontrar el clítoris.

Lo que propongo, en resumen, es sumar al eje libertad negativa – libertad positiva de Berlin el eje libertad abstracta – libertad concreta.

¿Pueden crecer al mismo tiempo las libertades concretas y las libertades abstractas? Al contrario de lo que pasa en el caso de las positivas y negativas, yo diría que sí. Nada impide que se reconozcan derechos y se mantenga la legislación a raya.

No suele suceder así, pero bueno. Posible, es.

Y ya estaría. Ya dije que no había mucho más que rascar en este tema.

Simplemente, defiende que se reduzca la legislación para ganar libertad concreta, la que se siente, no esas mierdas intelectualoides que sólo sirven para justificar el bombardear países.

Y Berlin hijo de puta.

sobre el autor

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Soy Antoño, el Gran Orangotán Cósmeco. Me gusta la política, la filosofía, la psicología, el marketing y los negocios. Si estás leyendo los contenidos de esta web, probablemente ya me odies. Si no es así, suscríbete a la lista de correos.

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