Cuenta Plutarco en algún lugar que, en el transcurso de la segunda Guerra Médica, un soldado de apariencia enclenque instaba a su general, Pausanias, a plantear con urgencia batalla por tierra y mar. Pausanias le conminó: “¿Por qué no te desnudas y nos muestras qué clase de hombre nos aconseja luchar?”.
Hay consenso entre los historiadores de que este es el primer postea físico de la historia.
Y es que los griegos eran muy de valorarte por el físico.
En la Ilíada, Homero describe a un personaje de baja cuna, Tersites, y se recrea en los detalles sobre su apariencia: Era el hombre más feo entre los griegos, cojo y patizambo, con los hombros curvados hacia adentro.
La única aparición de Tersites en la Ilíada es para recibir una hostia por parte de Odiseo y que todo el mundo se ría de él, después de haber llamado codicioso a Agamenón y proponer abandonar la guerra.
Pocas enseñanzas de los griegos hay que no nos sirvan hoy:
Si eres un cuerpoescombro, no des consejos sobre cómo luchar.
Si llegas con dificultades a fin de mes, no des consejos sobre finanzas personales.
Si no has montado jamás una empresa, no des consejos sobre qué deben hacer.
Y así con todo.
No es un conocimiento científico, ni está exento de errores. Es un conocimiento tácito. Una heurística simple. Una forma de encontrar no la respuesta óptima, sino una respuesta satisfactoria. Lo máximo a lo que se puede aspirar en un entorno de incertidumbre.
Puede que haber conseguido algo no sea suficiente para demostrar que sabes llegar a algo, ni que lo mereces, ni que es fruto de tu esfuerzo, ni que tienes razón. Pero no haber conseguido algo sí prueba que o no te has esforzado o no sabes, y, por lo tanto, que ni lo mereces, ni puedes tener razón.
Alguien podría responder que no ser fuerte, tener dificultades a final de mes o no haber montado una empresa no obsta para que se sepa de estrategia militar, finanzas personales o economía.
Lo cual es verdad hasta cierto punto. Pero quien dice eso se olvida de que, para ser imán, antes hay que haber leído el Corán. Quien dice eso cree que puede conocerse el conjunto sin atender a sus partes. Que puede entenderse lo general sin entenderse lo particular.
Lo general siempre es distinto a la suma de los particulares. El conjunto siempre es distinto a la suma de sus partes. Pero de ahí no se sigue que entender lo general y el conjunto no requiera de comprender lo particular y las partes.
Esta es la razón por la que el mejor director general en una empresa es alguien que ha pasado por todos sus puestos hasta llegar al más alto. La misma por la que, para mandar, primero hay que aprender a obedecer.
Ver las cicatrices no nos dice nada acerca de si un león es o no es el líder de la manada. Pero ver que un león es el líder de la manada sí nos dice que tiene cicatrices.
En resumen, en aquellos ámbitos en los que los beneficios y los resultados van ligados a costes, es buena idea exigir que se muestren esos beneficios y resultados antes de aceptar consejos sobre cómo sobrellevar los costes.
Y por eso el ad hominem de Mercedes Milà, llamando gordo a JM Mulet cuando éste opinó sobre su dieta, era una heurística válida (él, cientificista, no puede entenderlo).
Los indoarios, un grupo ideológico-tuitero compuesto por niños perdidos en el espectro de la derecha, tienen dos características muy rescatables: El culto a la belleza en este mundo en el que se cultiva lo contrario y el postea físico como forma de resolver las discusiones.
Es gracioso ver cómo responden en tuiter a tal o cual izquierdista que aboga por salir a cazar nazis citándolo, poniendo una foto enseñando músculo y, como Pausanias, conminándole a que postee físico.
Es gracioso y es eficaz.
Porque si alguien te vende un curso de cómo hacerte rico, le tienes que exigir que postee su patrimonio.
Si alguien te recomienda dónde invertir, le tienes que exigir que postee su portfolio.
Si alguien te insta a la batalla, le tienes que exigir que se desnude.