antoño orangotán epistemología, semiótica, emprendimiento, marketing…

La falacia ad mafiam

L

Luca Brasi le apuntó a la cabeza y mi padre le dijo que podía elegir entre sus sesos o su firma al pie del contrato

Michael Corleone

Un gitano aparece un buen día por una obra. Busca al responsable. Cuando lo encuentra, le presenta una interesante propuesta: “¿Qué tal si me pagas por protección? Así no tendrás que temer que se te quemen los materiales o te los roben. ¿Qué me dices? ¿Quieres mi protección?”.

El responsable, amablemente, rehúsa el acuerdo.

Al día siguiente, cuando llega a la obra, no hay materiales y han incendiado el dumper y la excavadora.

Allí está el gitano. “¿Y ahora? ¿Quieres protección?

Esta fórmula, con pequeñas variaciones, es la que ha usado la mafia desde tiempos inmemoriales. El negocio consiste en ofrecerte protección frente a sí misma. Una extorsión mucho más elegante que el simple ponerte un bardeo en el cuello, dónde va a parar.

¿A alguien se le ocurriría decir que el responsable de la obra no puede quejarse del pago que le exige el mafioso, puesto que se está beneficiando de su protección?

Entiendo que a nadie.

Sin embargo, en nuestra discusión política, planteamientos como el anterior son más la norma que la excepción.

El argumento se presenta del siguiente modo: Puesto que participas en X, tu posición Y no es válida. Lo que el argumento no dice, y esta es la razón por la que es un argumento falaz, es que la participación en X es forzosa.

Esto es lo que he venido en llamar argumento ad mafiam.

Este argumento me lo he encontrado principalmente en discusiones sobre salud pública (recuerda: la salud pública es totalitaria). Sin embargo, es generalizable a otros casos. Es por ello que vamos a distinguir dos versiones de esta falacia. Una versión fuerte y una débil.

Podemos definir el argumento ad mafiam débil como aquel argumento que apela a la participación forzosa del individuo en un sistema como prueba de que su posición es falsa.

Dentro de esta versión estarían los argumentos del tipo: “Tu postura anticapitalista no es válida porque vives en un país capitalista” o “Tu postura liberal no es válida porque haces uso de los servicios públicos”.

He de reconocer que la versión débil no dista demasiado del argumento ad hominem (de hecho, estaría a medio camino entre el ad hominem y el non sequitur), pero considero relevante el matiz de la obligatoriedad de aquello por lo que tu argumento no es válido, porque te arrebata la oportunidad de no ser hipócrita.

Hete aquí dos variaciones de las falacias anteriores que sí serían ad hominem, pero no ad mafiam: “Tu postura anticapitalista no es válida porque tienes un iPhone” o “Tu postura liberal no es válida porque eres funcionario”.

En estos casos, tenemos un ad hominem, pero no un ad mafiam, porque no tienes la obligación de tener un iPhone o ser funcionario.

Sin embargo, la versión del ad mafiam que creo que tiene más interés para la discusión política es la fuerte (además, es la que ha motivado escribir esta niusleta —la versión débil ha surgido mientras escribía).

El argumento ad mafiam fuerte sería aquel argumento que apela a la participación forzosa del individuo en un sistema que socializa sus costes como razón para limitar su libertad.

Esta versión del argumento me gusta más porque añade muchos más matices y, a pesar de ser bastante restrictiva y específca, se utiliza punto por punto a diario.

Un ejemplo habitual es el siguiente: “No puedes hacer X porque tiene consecuencias negativas para tu salud, las cuales después pagaremos entre todos cuando acudas a la sanidad pública”.

Este es un argumento harto frecuente. La razón de que sea tan frecuente es que decir que no puedes hacer algo por tu bien o porque no me sale de los cojones tiende a funcionar regular ante hombres libres.

Así, este argumento es uno de los pocos que tienen una apariencia de razonabilidad a la hora de intentar limitar la libertad del otro. No apela a los intereses de quien lo utiliza, ni tampoco a un supuesto bien objetivo que está por encima de la libertad del otro. No. Apela a los costes que tu libertad supondrá para quien usa el argumento.

Lo relevante es que, pese a que tenga una cierta apariencia de razonabilidad, adolece del mismo problema ya antes mencionado: La participación en el sistema no es voluntaria sino forzosa.

¿Argumento manipulador? ¿Nos alarmaríamos si viéramos una formulación semejante en una relación de pareja? Sin duda. Pero a estas alturas no nos vamos a sorprender.

Para quien se considera un hombre libre este argumento es especialmente sangrante cuando, además, quien usa el argumento acostumbra a no querer que el sistema deje de ser forzoso (aunque no porque sí quisiera que dejase de serlo el argumento sería menos falaz).

En resumen: Cuando alguien utiliza este argumento, lo que quiere es que, además de puta, pongas la cama.

Queda, pues, acuñado el argumento ad mafiam.

sobre el autor

antoño orangotan
antoño orangotán

Soy Antoño, el Gran Orangotán Cósmeco. Me gusta la política, la filosofía, la psicología, el marketing y los negocios. Si estás leyendo los contenidos de esta web, probablemente ya me odies. Si no es así, suscríbete a la lista de correos.

añadir comentario

antoño orangotán epistemología, semiótica, emprendimiento, marketing…