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Meterse o no meterse

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No hay hombre tan cobarde a quien el amor no haga valiente y transforme en héroe

Platón

El otro día hubo un interesante debate tuitero en el que los fachas se vieron divididos.

Todo vino a raíz de una paliza que unos moros pegaron a un chaval estando por ahí de fiesta. Los moros estaban acosando a una chavala y él se metió a decirles que parasen y acabaron pegándole una paliza a él (bajo la atenta mirada de mínimo una docena de otros tíos, pero bueno, ese es otro tema).

La discusión se presentó bajo la forma de: “¿Hay que meterse a defender a una chavala que, probablemente, sea una follamoros que no hace más que contribuir a que eso suceda, a riesgo de salir muy mal parado?”.

La pregunta es bruta, pero tiene varios puntos de interés a considerar:

  1. ¿Hay que meterse aun sabiendo que se tienen las de perder? ¿Hasta qué punto? ¿Por defender a quién?
  2. ¿Hay que meterse sabiendo que la agresión es la consecuencia de lo que la chavala defiende y promueve (al menos, marginalmente)? O, dicho de otro modo, ¿hay que meterse si alguien sufre las consecuencias de sus decisiones?
  3. ¿Hay que meterse para defender a una chavala a día de hoy, donde los valores masculinos de violencia y protección están condenados y ellas están empoderadas y liberadas?

Supongo que hay algunas otras cuestiones que se pueden derivar del planteamiento de la discusión, pero esas tres me parecen las más relevantes. Y es lo que vamos a abordar.

Antes de hacerlo, no obstante, quiero hacer la aclaración de que yo no soy un hombre particularmente valiente. Diría que incluso lo contrario. Pero, bueno, todo hombre por el hecho de serlo se ha visto en esas situaciones varias veces en la vida y ha tenido que responder, estuviese cagándose encima antes, durante o después de la pelea (o enfrentamiento, que no siempre llega a pelea).

Pasemos a las cuestiones, pues.

La primera es, creo, la más fácil. ¿Hay que meterse aun sabiendo que se tienen las de perder? ¿Sólo hay que meterse cuando uno puede ganar? ¿Hasta qué punto?

Digo que es la más fácil porque me parece bastante obvio que, si sólo te metes en aquellas peleas que crees que vas a ganar, eres un abusón cobarde. Inteligente, por supuesto. Pero también abusón y cobarde.

Hay que elegir: O lo típico de “sólo dar las batallas que se pueden ganar” para salir airoso o “molon labe” para proteger a los demás (o, incluso, mandar un mensaje).

Aquí se banca la épica, así que ya sabe el lector la elección.

Pero tampoco hay que ser ingenuo, todo tiene un límite. Tirarse con un palo a pegarle a un tanque sin que ni siquiera haya una cámara para convertir ese acto en un mensaje, es una temeridad y una estupidez.

Creo que el límite está en la posibilidad de hacer otra cosa más eficaz para cumplir el objetivo. Si no la hay, toda temeridad está justificada.

Si eres el último de tu pueblo que está siendo conquistado por esos tanques, sólo te queda tirarte con el palo contra él. No hay más. Si sois unos cuantos y podéis organizar una resistencia, eso es lo correcto y tirarse al tanque con el palo un error.

Pues bien, trasladado al caso en cuestión, si están acosando y abusando de la chavala, por mucho que sean varios, lo correcto es meterse.

Porque el objetivo es que la chavala salve el culo (luego podemos entrar en si ese es buen o mal objetivo, pero, por lo pronto, aceptemos que lo es), y, si no hay otra alternativa ni otra opción, lo correcto es tirarse contra el tanque.

Por suerte, normalmente sí hay otra opción, que es animar a los demás presentes a pegarle una paliza a los moros. También podría serlo llamar a la policía o a seguridad si están cerca.

Es decir, lo correcto no es meterse por meterse. Meterse es la opción correcta si no hay otras opciones menos peligrosas que permitan resolver la situación y cumplir el objetivo.

Segunda cuestión: ¿Hay que meterse si alguien sufre las consecuencias de sus decisiones?

Esta es una pregunta que parece más complicada de resolver en el ejemplo concreto de la follamoros que si se plantean otros escenarios.

¿Hay que tratar de ayudar a quien se ha quedado dormido fumando y le ha salido ardiendo el piso y pide ayuda en un balcón? ¿Hay que ayudar al que se ha comido dos tripis y se va a tirar por un puente? ¿Hay que ayudar al que decidió atajar por un barrio peligroso y se ve asaltado por unos gitanos? ¿Hay que ayudar al que se la pega con el coche yendo a 200?

Yo, ahí, veo meridianamente claro que sí. Por tanto, puedo extenderlo a ese otro caso.

De hecho, alguien señalaba por ahí que eso de “que se joda, seguro que es una follamoros” era simple misoginia. Bien pensado, ni siquiera creo que sea misoginia. Es más una proyección de las propias carencias y de cierto autoodio porque, en fin, menuda puta si anda follándose a moros pobretones y malotes en vez de a mí, que soy un español de bien.

Creo que los tiros van más por ahí.

En general, por resumir, creo que el hecho de que alguien esté sufriendo un mal como consecuencia de una decisión suya no justifica el no prestar ayuda. Luego podrás tú reclamar a esa persona y recriminar sus malas decisiones y el riesgo que entrañan. Pero lo primero es ayudar.

Lo veo como mi padre cuando me protegía de algo peligroso y luego me pegaba él por gilipollas.

El último tema es el de mayor interés, creo: ¿Hay que meterse a defender a una chavala en los días de la máxima libertad y empoderamiento de la mujer, al tiempo que se desprecian los valores masculinos y violencia, protección, caballerosidad, etc.?

Y creo que la respuesta depende de cuánta fe tengas en el mundo actual, en su capacidad para mejorar y en lo que podemos hacer a título individual (y como comunidad) para arreglar todo lo que está mal en él.

Entiendo la postura de “que se joda” por la frase de Napoleón: “El valor es como el amor: necesita una esperanza que lo alimente”. Si no tienes esperanza en esta sociedad nuestra, ¿para qué vas a ser valiente y arriesgarte?

El caso es que esta postura me parece derrotista y muy blackpill. Carece de capacidad propositiva. No afirma. Y yo no soy un nihilista. Yo tengo un pollón. Tengo un pollón y creo que podemos hacer del mundo un lugar mejor y que, para ello, hay que predicar con el ejemplo.

No puede uno ponerse una camiseta de “mantenerse en pie en un mundo en ruinas” y luego ser la ruina.

Sí, esa mujer se equivoca y se tira por el camino del mal. Con más razón debo hacer yo lo correcto y tirar por el camino del bien.

No hay que olvidarse de que es en el Kaliyuga cuando más fácil es alcanzar la moksha, porque, cuando todo degenera y la mezquindad domina el mundo, cualquier pequeño acto virtuoso está cargado de valor.

Dos últimos argumentos (racionalizaciones) que leí en defensa de no meterse:

El primero, que pocas mujeres (y entiendo que, por extensión, pocas personas) merecen mi atención y, por tanto, mucho menos mi protección y ayuda. Tenemos disposiciones de espíritu distintas. Yo es más probable que te preste ayuda que atención.

El segundo, que, si asumes ese riesgo y acabas mal, dañarás a tus seres queridos por proteger a una desconocida. Pero esto sigue siendo otro ejemplo más de decadencia, porque lo que más daño debería causar a mis seres queridos (más aún que mi muerte) es que, pudiendo hacer un acto noble y bueno, no lo hiciera (sea por cobardía o por pajas mentales).

En resumen, bancamos la actitud aristocrática. Bancamos hacer lo correcto, aunque no te lo agradezcan, porque no lo haces por ellos, sino por ti. Bancamos la épica. Bancamos el honor por encima de la vida. Bancamos al torero, no al oficinista.

Aunque luego nos acojonemos. Cuidao. Pero no vamos a racionalizar, justificar ni ensalzar esa falta de cojones. Todo lo contrario.

Además, ni siquiera sé por qué pusimos el foco en la muchacha concreta y sus posibles afinidades. Lo importante no es eso.

Lo importante es que no es tolerable que unos moros toquen a nuestras mujeres.

El que quiera entender, que entienda.

sobre el autor

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Soy Antoño, el Gran Orangotán Cósmeco. Me gusta la política, la filosofía, la psicología, el marketing y los negocios. Si estás leyendo los contenidos de esta web, probablemente ya me odies. Si no es así, suscríbete a la lista de correos.

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