Etimológicamente, aburrimiento viene de “abhorrere”. “Horrere” significa algo así como horrorizar o dar miedo. La partícula “ab” es un poco más compleja. Suele indicar algún tipo de corte o separación. Podría entenderse como “sin” o “alejamiento”.
Así que, etimológicamente, aburrimiento significa alejarse del o estar sin horror o miedo.
Curioso, ¿no?
Hoy en día, el aburrimiento, precisamente, nos causa horror. Todos huimos de él. Pero, en origen, al huir del aburrimiento estamos corriendo hacia el horror.
La niusleta de hoy va sobre esto. Sobre por qué hemos convertido una idea tan bonita, tan cercana a la ataraxia clásica, en algo negativo.
No he hecho una gran investigación al respecto, pero apostaría a que ese paso de ver el aburrimiento como algo positivo (o, al menos, normal) a verlo como algo negativo empieza en el siglo XV, se potencia durante la industrialización y alcanza su paroxismo en la sociedad actual.
Tengo entendido que en el siglo XV es cuando se empezaron a generalizar los relojes mecánicos de bolsillo. Si no fue en el siglo XV sino en el XIV pues ponemos ahí el inicio del problema. Eso es lo de menos.
La cuestión es que, antes de ese momento, el hombre se guiaba de forma aproximada por el sol y las campanadas de la iglesia. Poco más. No tenía una percepción demasiado clara del tiempo. De hecho, mi intuición es que el hombre siempre ha tenido una relación complicada con el tiempo (y aun hoy sigue siendo así, por eso sigue siendo el mayor misterio de la física).
Si a esa falta de percepción clara del tiempo se le suma el trabajo en el campo, que no requiere de horarios fijos para hacer y deshacer y está repleto de tiempos muertos distribuidos aleatoriamente a lo largo del día, tenemos todos los elementos para que el aburrimiento sea la norma.
Con la generalización del reloj mecánico, empezamos a creernos capaces de controlar el tiempo (una vana ilusión, todos lo sabemos o intuimos a día de hoy). Los poderosos, con sus dispositivos de control del tiempo, empezaron a controlar a sus súbditos.
Y, poco después (no sé cuánto influyó en ello la generalización de los relojes y el mayor control del tiempo), tuvimos la revolución industrial. Y ahí se jodió todo [inserte aquí foto de Ted Kaczynski].
Con la industrialización, el hombre pasa de las pautas de trabajo aleatorias del campo a los horarios organizados de la fábrica. Con el día debidamente compartimentado y prediseñado, es posible planificar. Y con la planificación, el aburrimiento pasa de ser algo inevitable a ser algo opcional.
Poco a poco, dejamos de valorar el aburrimiento, porque, en apariencia, el estar ocupado es más provechoso. Estar ocupado ofrece resultados tangibles (dinero, diversión, conocimiento… lo que sea). Estar aburrido, aparentemente, no ofrece nada.
Y aquí empieza un círculo vicioso en el que, cuanto menos nos permitimos aburrirnos, más desacostumbrados estamos al aburrimiento. Eso hace que le tengamos más miedo porque nos resulta cada vez más incómodo, y, en consecuencia, más tratamos de evitarlo.
Luego hablaremos del origen de este miedo. Aunque no creo que necesites papers para reconocerlo. Seguro que lo ves en tu día a día. Es el signo de nuestro tiempo.
En la actual sociedad, ese círculo vicioso ha llegado a su máxima expresión, hasta el punto de que eres incapaz de estar esperando a que el semáforo se ponga en verde sin mirar el teléfono. ¡Eres incapaz de no estar ocupado durante 20 segundos!
Ni siquiera cuando vas a cagar te permites aburrirte. Te llevas una revista o, de nuevo, el móvil. En esta sociedad nuestra siempre tenemos algo con lo que estar ocupados. No es necesario aburrirse. Tienes en la palma de tu mano la opción de entretenerte en cualquier momento.
En estas estamos. Y no mola. No mola porque el aburrimiento es tiene muchas virtudes.
Primero: El aburrimiento es necesario para pensar. Cuando era chaval vi en algún documental que esos momentos en los que te quedas embobado con la mente en blanco es cuando el cerebro va más a toda tralla. Pues bien, tiendo a pensar que con el aburrimiento sucede lo mismo.
Cuando estás aburrido, el cerebro trabajo. Piensa. Y pensar es algo muy distinto a acumular conocimientos. Que también está bien, pero es otra cosa. De hecho, leer un libro, por ejemplo, implica una ocupación. Y aporta conocimiento, pero no pensamiento propio. No hay reflexión ahí.
La reflexión requiere el no hacer (o el hacer repetitivo y sin exigencia de foco, que, pal caso, es lo mismo). De hecho, cuando estás leyendo y quieres poner algo en orden en tu mente, dejas de leer y miras hacia arriba, tratando de encuadrar ese nuevo input en tu cosmovisión.
Pues el aburrimiento favorece esto último. Reduces los inputs y reflexionas más tu cosmovisión. Con menos elementos, tienes que jugar más. Y eso nos lleva al siguiente punto.
Segundo: El aburrimiento es creativo. Ya he comentado en más de una ocasión que, para mí, la creatividad es como estar en una nave espacial, retirar una chapa para dejar a la vista el cableado, y juntar cables para que pasen cosas. Cuantos más cables, más cosas pueden pasar.
(El símil no es mío. No sé si era de Buenafuente o de Toni Segarra. Da igual.)
El caso es que estar ocupado puede añadir cables (y eso tiene un valor), pero, en sí mismo, no puede llevarte a nada nuevo, puesto que necesariamente lo que te hace estar ocupado es algo que ya existe. En cambio, el aburrimiento es la antesala de la poiesis.
Uso esta palabra y no “creación” no por pedantería (que también), sino porque tiene una relación más marcada con la espiritualidad, que también creo que tiene su papel en el aburrimiento.
Cuando estás aburrido, la mente va a su puto rollo, no se enfoca en nada (de eso va, precisamente, aburrirse), y al no enfocarse, va haciendo relaciones random que, de vez en cuando, dan origen a algo moe goapo.
En suma, el aburrimiento es necesario para que del capullo salga la mariposa. Y, como hoy en día no hay lugar para el aburrimiento, no debe sorprendernos que estemos rodeados de capullos.
Por cierto, de lo anterior se sigue que, si no te permites aburrirte, es altamente probable que no pienses por ti mismo.
Tercero: El aburrimiento te permite conocerte a ti mismo. Y yo creo que esta es la razón principal por la que la gente tiene miedo a aburrirse.
Porque, si estás acostumbrado a aburrirte desde siempre, estar a solas contigo mismo no te asusta. Pero si nunca te has permitido conocerte a ti mismo, hacerlo da miedo. Puedes descubrir que eres una basura, un monstruo o que tienes un potencial enorme que desaprovechas apretando tuercas o limpiando culos.
Y eso te obliga a cambiar. Y, joder, eso es una movida. Y más si cambiar tú implica cambiar cosas a tu alrededor. Mucho trabajo. Es mejor ver Netflix.
Hay aquí una cierta relación con la meditación, creo. Esta situación dañina de no permitirnos aburrirnos encuentra su respuesta en la sociedad actual en el programarnos en la agenda un rato para dejar la mente en blanco.
Creo que es una solución mediocre. Me parece mejor permitirte el aburrimiento random en cualquier momento. Reconciliarte con ello. No hacer del aburrimiento una ocupación, porque eso le roba parte de su sentido y no creo que permita aflorar todos sus beneficios.
Pero bueno, menos da una piedra. Tampoco es algo que haya meditado mucho (jeje). Quizá sí sea una buena solución o, simplemente, una síntesis inevitable: Aburrimiento -> Ocupación -> Schedulización del aburrimiento.
Cuarto: El aburrimiento da información útil. Te indica que la situación en la que estás no es positiva para ti, porque no te aporta estímulos (si lo hiciera, estarías ocupado con eso que te resulta estimulante).
Sucede un poco como con la procrastinación. De hecho, si tuviésemos que parir una mitología para ordenar el mundo de hoy, la procrastinación y el aburrimiento serían hermanos o algo así.
Ojo, que esto puede parecer un poco contradictorio con todo lo anterior (¿por qué quieres utilizar el aburrimiento, que dices que es positivo, para encontrar formas de no aburrirte?). El aburrimiento es positivo, pero si te pasas todo el día aburrido, hombre, igual algunas cartas en el asunto deberías tomar, porque seguramente haya algo ahí que está funcionando regular.
Y es que, sin aburrimiento, no podrías diferenciar lo satisfactorio de lo insatisfactorio. Y ahí hay una cierta vinculación con su etimología. El aburrimiento como aquello que nos permite apartar(nos) (ab) de lo que nos resulta insatisfactorio (horrere).
Pero, claro, esto vuelve a relacionarse con lo de conocerse a uno mismo. ¿De verdad quieres aburrirte y darte cuenta de que tu trabajo, tu pareja, tu carrera, tus pasatiempos son una mierda que no te interesa lo más mínimo? De nuevo, es mejor ver Netflix y no darle mente.
Quinto: El aburrimiento permite miradas a largo plazo. Esto es simple y obvio. El hacer, la ocupación, por definición, es cortoplacista. Da igual si estás construyendo una casa. Cuando estás poniendo ladrillos, estás pensando en los ladrillos y en el muro, no en la casa.
Sólo desde el aburrimiento puedes querer construir una casa.
Sexto: El aburrimiento mata el individualismo. O, al menos, ayuda a matarlo. Y, al contrario, es normal que la ocupación fomente el atomismo.
Si estás ocupado constantemente, bastante tienes con tus mierdas como para ocuparte de las del prójimo. Incluso si tus mierdas son un irrelevante flame en tuiter (porque, recordemos, hoy en día tenemos muchas piruletas para no aburrirnos que, en realidad, son gilipolleces).
En cambio, si puedes aburrirte es porque tienes tiempo libre, y ahí puedes encontrar valor en interesarte por los demás. Paradójicamente, en el aislamiento del aburrimiento, puedes encontrarte con los demás.
Y eso conlleva otra paradoja: Cuanto más miedo al aburrimiento y a la soledad tiene una sociedad, más se debilitan sus lazos comunitarios solidarios, y eso conlleva mayor soledad y aburrimiento que hay que tapar con más gilipolleces. Peligroso círculo vicioso.
¿A qué conclusión nos lleva todo lo anterior? A que el aburrimiento es bien. Hay que aburrirse más.
Además, creo que tiene razón Ignatius con aquello de que al sistema le interesa que estés ocupado y no tengas tiempo de aburrirte. Si todo el mundo sacara partido a los beneficios antes mencionados que tiene el aburrimiento, el poder se vería en una situación jodida.
Si yo fuera el poder, no querría que mis súbditos se conocieran a sí mismos, pensaran por sí mismos cosas originales y supieran lo que les gusta y lo que no. Y mucho menos que, después de eso, se relacionen entre ellos y se apoyen unos a otros.
Eso te jode malamente el pastoreo.
Una última nota de esperanza, que, como siempre, viene de la mano del amor: La mayor tolerancia al aburrimiento hoy en día se da en los momentos iniciales de una relación. Esos momentos en los que los espíritus de dos personas vibran con la misma frecuencia.
En esos momentos podéis estar juntos tirados sin hacer nada, viendo pasar las nubes, durante horas. Luego ese estado de agilipollamiento se pierde y hay que llenar la relación de quehaceres y charlas intrascendentes. Benditos sean los que permanecen gilipollas.
Y hasta aquí llegarían estas reflexiones sobre el aburrimiento.
Deja de mirar el teléfono en el semáforo. Es más, sal a la calle, siéntate en un banco al sol y estate ahí un rato sin hacer NADA. Quédate embobado viendo crecer la hierba. A ver qué pasa.
Hay que elegir: Aburrimiento o neurosis.